Depresión y diagnóstico terminal

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¿Qué sucede con una persona que descubre que tiene una enfermedad grave, posiblemente terminal? Muchas personas enfrentan tales pruebas, pero explicar a una persona sana lo que sienten es extremadamente difícil.

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Tu enfermedad no te define. Tu fuerza y coraje para luchar contra ella es lo que te define.

Jules Renard

Las historias sobre personas que enfrentan enfermedades graves a menudo son la base de novelas o películas. En el cine, tales tramas pueden tomar formas cómicas, pero en realidad, todo es mucho más complicado.

Independientemente de la gravedad y duración de la enfermedad, un "sentencia de muerte" siempre actúa como una explosión o un rayo.

Una persona que descubre su diagnóstico terminal puede enfrentarse a una depresión reactiva. La depresión reactiva es un trastorno mental que se desarrolla rápidamente, surgido a raíz de eventos traumáticos o estrés severo.

En tal estado, el paciente experimenta constantemente miedo, ansiedad, apatía hacia su entorno, mal humor, fatiga, inseguridad en sí mismo, pensamientos suicidas, así como problemas con el sueño y el apetito.

Muchas enfermedades cambian radicalmente el estilo de vida de una persona. Un amante de los viajes y la naturaleza, una vez sano y activo, puede de repente convertirse en discapacitado, incapaz de levantarse de la cama.

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En tal estado, no puede llegar al baño o ducharse por sí mismo, sin hablar de dar un simple paseo.

Además, la realización de cuánto tiempo y esfuerzo invierten sus familiares en cuidar de él lo hace sentir como una carga.

Olga tenía 39 años cuando su vida cambió drásticamente debido a la sospecha de cáncer.

La vida parecía detenerse: se sintió cortada de la realidad habitual. Todos los miedos y ansiedades anteriores parecían pequeños e insignificantes en comparación con el terror que de repente cayó sobre ella.

Cuando se confirmaron los peores temores, fue un golpe para Olga y su familia, similar a la explosión de una granada.

En los meses siguientes, su debilidad física la sumió en una desesperación aún mayor.

Todo se complicó no tanto por el malestar físico de la enfermedad y la quimioterapia, sino por la necesidad de renunciar a las actividades habituales que eran de gran importancia para ella.

Olga ya no podía ocuparse de las tareas domésticas como antes (estas tareas fueron asumidas por su esposo), tuvo que renunciar a su trabajo favorito, pasatiempos y largas caminatas con amigos.

A pesar de la realidad de los problemas de Olga, ¿se debería considerar su depresión como inevitable?

En el trabajo con un psicólogo, se identificaron pensamientos automáticos y creencias negativas que la preocupaban: "No contribuyo a la sociedad", "No logro éxito en mi carrera", "No puedo participar en entretenimientos activos", "Me he convertido en una carga para mi esposo"

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Estos pensamientos provocaron tristeza, ira, decepción y culpa, similar a los pensamientos de personas físicamente sanas que sufren de depresión.
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La depresión fue causada no tanto por el tumor, sino por una actitud negativa que socavaba la confianza en su propio valor. Al vincular su valor personal con logros, Olga se sometió a sufrimiento.
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Para ella, el cáncer significaba: "¡Tu tiempo ha pasado! ¡Ya no vales nada!".
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I have become a burden to my husband

These thoughts caused sadness, anger, disappointment, and guilt, similar to the thoughts of physically healthy people suffering from depression.

The depression was caused not so much by the tumor as by the negative attitude that undermined confidence in her own worth. By linking her personal worth with achievements, Olga subjected herself to suffering.

Cancer meant for her: "Your time is up! You are worth nothing anymore!".

Cuando Olga, junto con un psicólogo, elaboró un gráfico de su "valor personal" desde el momento de su nacimiento hasta su muerte anticipada, vio que su valor personal permanecía inalterado, manteniéndose en un nivel del 85% en una escala hipotética de 0 a 100%.

El psicólogo también le sugirió que evaluara su productividad durante el mismo período de tiempo.

Ella representó una curva que mostraba que su productividad fue baja en la infancia, alcanzó su punto máximo en la madurez y luego disminuyó hasta el momento actual.

Después de esto, Olga tuvo una realización. En primer lugar, incluso cuando su productividad cayó debido a la enfermedad, continuó contribuyendo a sí misma y a su familia a través de muchas acciones pequeñas, pero importantes y valiosas.

Solo el pensamiento en blanco y negro podría haberla llevado a la idea de que su contribución era nula.

En segundo lugar, y lo que es más importante, se dio cuenta de que su valor personal era inmutable y estable; era una constante, independiente de los logros.

Esta comprensión le permitió darse cuenta de que no necesita "ganarse" su valor humano y que, aunque esté debilitada, sigue siendo igual de valiosa.

Darse cuenta de este hecho redujo significativamente las manifestaciones depresivas. Esto no la liberó del tumor, el dolor y el sufrimiento físico, pero restauró su autoestima dañada y cambió significativamente su estado emocional.

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La enfermedad no puede robar tu esperanza, a menos que se lo permitas.

Nick Vujicic